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MINISTERIO BAUTISTA SAMA
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13 de Junio, 2011 · SERMONES

LA DISPOSICIÓN DEL UNGIDO

“Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano y se fue hacia el filisteo. Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo” (1 S. 17:38–44).
Introducción
Los ungidos son siempre creyentes que están dispuestos a cumplir con la voluntad de Dios en su vida y a través de ella. Se ven a sí mismos como instrumentos en las manos de Dios. Cuando Él les ofrece una oportunidad, pequeña o grande, no la rechazan, ni la postergan, la aprovechan.
Los ungidos se mueven siempre bajo principios. David fue un ungido de principios. Sabía quién era y sabía lo que quería. Se conocía a sí mismo, conocía a su prójimo y conocía a Dios. Alguien dijo: “Me busqué a mí mismo y no me encontré. Busqué a mi prójimo y no lo hallé. Busqué a Dios y juntos los dos encontramos a mi prójimo”.
Los principios del ungido deben ser: Uno, franqueza. Dos, determinación. Tres, temeridad. Cuarto, realización. La disposición de David como ungido lo llevó a manifestar estos principios.
I. La franqueza del ungido
“Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas” (17:39).
Al ver la buena disposición de David, el rey Saúl quiso ayudarlo facilitándole el uso de su atuendo de guerra (17:38). De parte del rey este era un gesto amable y de consideración, sin restarle que conllevaba un enorme privilegio para un soldado ponerse los aparejos militares de su rey.
El ungido se dejó vestir por el no ungido, pero pronto tuvo que quitarse los atuendos de él. Los no ungidos muchas veces nos tratarán de vestir con sus tradiciones o con su liberalismo; pero el ungido es moderado, no va ni a un extremo ni al otro.
Aunque se vea bien y llame la atención de otros, no anda luciendo uniformes ajenos; que solo le sirven para lujo personal y que en nada lo pueden beneficiar. El ungido es sencillo en su presentación.
Más que vestirse por fuera, le interesa estar bien vestido por dentro.
David fue humilde y se sometió a la voluntad de Saúl. No le quiso decir que no sin antes tratar. No digamos que no inmediatamente, demos la oportunidad de tratar para ver si funciona o no. Con tratar algunas ofertas el ungido nada pierde, puede que gane algo.
David no era un tradicionalista, testarudo y conservador, que no cedía ante las innovaciones. Estaba muy dispuesto a tratar algo nuevo. Si le servía lo continuaba usando, pero si no lo descartaba.
Dicen las Escrituras: “y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba” (17:39). Los ungidos prueban las cosas. Las examinan cuidadosamente. Ellos mismos se tienen que convencer de lo que se les ofrece y de que la oportunidad que se les ha dado no es la que les conviene. David probó hacer lo que nunca antes había hecho.
Después de tener todos estos aparejos de combate puestos, se dio cuenta de que esto no era para él.
A Saúl ese ropaje militar, con la coraza y el casco, le servía bien. Le era como anillo al dedo. Para el  ungido le era un estorbo. Y todo lo que le estorba al ungido, él lo rechaza. Quiere ser sensible y flexible. Se niega a todo lo que le pueda quitar la bendición.
David tiene que hablarle con franqueza a Saúl. Estas fueron sus palabras: “Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué” (17:39). Desde luego, Saúl al ponerle ese uniforme a David no pensó bien. A un soldado no se le puede dar un rifle y granadas si no se le entrena primero. De un pastor de ovejas Saúl quería hacer un soldado entrenado.
Además, este atuendo militar representaba la confianza humana más que la confianza en Dios. Saúl había perdido su confianza en Dios y confiaba demasiado en la mano del hombre, más que en la mano de Dios.
La franqueza es muy importante en la vida y en las relaciones de los ungidos. Cuando ellos hablan lo hacen de corazón. No hacen alardes y no les interesa impresionar a alguien, sino agradar a Dios.
Luego leemos: “Y David echó de sí aquellas cosas” (17:39). Los ungidos echan de sí todo lo que no les conviene. Hay cargas que los ungidos no deben llevar. Hay cosas de otros que tenemos que soltar de nuestra vida. No podemos copiar el estilo de otro. Tenemos que ser auténticos. No de plástico. Vamos a vaciarnos más de nosotros mismos y más de lo que otros nos quieran poner, y llenarnos más del Espíritu Santo y del Señor Jesucristo.
II. La determinación del ungido
“Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano y se fue hacia el filisteo” (17:40).
El ungido volvió a su estilo: “tomó su cayado en su mano”. El cayado era su instrumento pastoril.
Símbolo de su autoridad y de su poder. Al ungido le interesa estar vestido de autoridad y de poder. Al enemigo se le hace frente con este cayado de autoridad. Del permiso divino y de poder, de la ejecución divina. David sabía quién era en Dios y lo que tenía de Dios.
Luego “escogió cinco piedras lisas del arroyo”. No escogió piedras cualesquiera, sino piedras lisas para ser utilizadas en el momento de Dios. Cada una de estas cinco piedras calificaba para ser echada en el zurrón, metida en la honda y disparada a la frente del gigante.
Las cinco piedras eran importantes para Dios y de utilidad para David. De las cinco, una sería la elegida para ser usada en esta famosa historia. Lo interesante es que no sabemos cuál de las cinco fue, pero una de ellas hizo historia y las otras cuatro siguen siendo recordadas.
Sin embargo, estas cinco piedras no siempre fueron así. Primero, fueron formadas por el tiempo y la paciencia. A Dios hay que darle tiempo en nuestra formación y ser pacientes con su obra que a veces es lenta. Segundo, quebrantadas rodando y manteniéndose quietas. Quietos o rodando, el Señor Jesucristo en el río del Espíritu Santo nos quebranta. Tercero, el paso del agua sobre ellas las fue suavizando y puliendo. Las pruebas nos ayudan a manifestar más el carácter de Jesucristo en nuestra vida.
El ungido supo escoger las cinco piedras. Dos requisitos tenía en mente. Primero, que fueran del arroyo. Segundo, que fueran lisas. Porque podían ser del arroyo y no ser lisas, o ser lisas y no ser del arroyo. 
Los ungidos saben qué escogen para utilizar en el ministerio. Van siempre al arroyo de Dios para buscar lo que quieren. Sin oración, sin ayuno, sin lectura de la Biblia, sin asistencia a las reuniones del templo, no podemos encontrar las piedras lisas que necesitamos para ministrar y actuar como ungidos.
Leemos del ungido: “y se fue hacia el filisteo”. En vez del filisteo venir al ungido, este se fue a su encuentro. Los ungidos son personas con determinación. Cuando se proponen algo lo hacen. Se mueven hacia adelante. Muchos se mueven y no caminan. Otros caminan, pero hacia atrás. El ungido siempre se mueve hacia delante.
III. La temeridad del ungido
“Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él” (17:41).
Se define temeridad como “atrevimiento imprudente” y temerario como “demasiado atrevido”. Una persona temeraria a nada le tiene miedo. Ni la estatura del gigante, ni su voz, ni su escudero, hicieron impresión en el corazón del ungido.
Aunque el gigante andaba y se acercaba, David también andaba y se le acercaba. Goliat venía acompañado de “su escudero”. Este escudero nada podía hacer por el gigante, pero lo ayudaba. Si el diablo sabe dar ayudantes, mucho más los siervos de Dios deben tener personas que sean sus escuderos espirituales.
Un “escudero” debe honrar siempre a su líder. Su misión y función es resaltar su autoridad. En público o en privado hablará bien del líder. No permitirá que alguien ensucie el buen nombre de su  líder.
Un “escudero” debe cuidar lo mejor posible a su líder. Espiritualmente el escudero aconseja y protege a su autoridad espiritual. Si sabe que alguna acción que haga su líder le puede perjudicar, le llama la atención con amor y respeto. No deja que nadie toque al líder para hacerle daño.
Un “escudero” debe caminar delante de su líder para avisarle de cualquier peligro. Para cuidarlo en el camino. No lo deja solo, sino que lo acompaña.
Un “escudero” debe ayudar a llevar las cargas de su líder. Esta posición no es de lujo espiritual, sino de servicio espiritual. Los líderes necesitan a alguien que los ayude a cargar muchas cosas. Un “escudero” debe apoyar la visión de su líder y lo debe animar a moverse en esa visión. Le demostrará su respaldo. Y en lo que el líder requiera, estará a su lado.
Al ungido ni Goliat ni su escudero lo atemorizaron. Es un temerario espiritual. Goliat tenía un escudero visible, David lo tenía invisible.
“Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza” (Sal. 3:3). “Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como un escudo lo rodearás de tu favor” (Sal. 5:12). “Jehová es mi fortaleza y mi escudo… y el refugio salvador de su ungido” (Sal. 28:7–8).
IV. La realización del ungido
“Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer” (17:42).
A la distancia el filisteo vio que de las tropas de Israel salió un contrincante. Pero al acercarse, el gigante “miró y vio a David”. El gigante lo había mirado, pero ahora lo vé.
Al ungido lo miran muchos, pero lo ven pocos. De lejos todos se parecen, pero de cerca son diferentes. Los ungidos no pueden ser mirados de lejos, tienen que ser vistos de cerca. Esa cercanía a  ellos permite que se vea su diferencia. Los ungidos cuando se les observa, humanamente hablando, no son excepcionales ni especiales.
Son personas comunes y corrientes.
Lo que le molestó al gigante es que retaba al pueblo pidiéndole un hombre. Él decía: “Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo” (17:10). Pero lo que vé ante sus ojos era un “muchacho, y rubio, y de hermoso parecer”. Allí no vio a un hombre completo según su propia definición. Él lo estaba evaluando en la carne y no en el espíritu. Si lo hubiera discernido en el espíritu, allí hubiera visto más que a un hombre.
Se nos dice: “le tuvo en poco”.A los ungidos siempre se les tiene en poco de parte de los no ungidos. Los “filisteos” de espíritu no distinguen entre ellos y los ungidos.
Pero el ungido aunque le tengan en poco, y en opinión de otros lo consideren que no es gran cosa, no se deja acomplejar, ni subestimar por la opinión de un incircunciso. A los ungidos les importa la opinión que Dios tiene de ellos, y la opinión que ellos tienen de sí mismos. La opinión negativa de otro no hace dudar al ungido de quién es y para qué sirve.
Para Goliat, el ungido era una figura de ornamento social. Un “muchacho” afiebrado que quería llamar la atención y que se aprovechaba de la situación. Lo menos que se imaginaba que tenía delante al “exterminador” de Dios. Goliat sería la primera misión oficial del “exterminador belenita”. En este cuerpo de muchacho estaba el hombre de Dios.
En la Biblia de Estudio “Dios Habla Hoy” se traduce este pasaje bíblico de la manera siguiente: “Cuando el filisteo miró a David, y vio que era joven, de piel sonrosada y bien parecido, no lo tomó en serio”.
“No lo tomó en serio”. El que no toma en serio al ungido de Dios se puede estar metiendo en problemas y no lo sabe. Aunque al ungido no lo tomen en serio, este si tomara las cosas de Dios en serio.
Los que son llamados al ministerio y ejercen posiciones dentro de la comunidad cristiana, se les exhorta a mantener un carácter de seriedad en el desempeño de sus funciones: “Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia” (Tit. 2:2). “Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad” (Tit. 2:7) Creyentes “serios”, de carácter, de una sola palabra, que no vacilan, son las que el Espíritu Santo  unge como recursos humanos para que Dios los utilice en su propósito y plan.
Conclusión
(1) Los ungidos son muy francos en comunicar lo que tienen en el corazón. No fingen sus opiniones. De esta manera se cuidan de no comprometerse con alguien o con algo que los pueda  afectar. 
 (2) Los ungidos son muy determinados. Se mueven siempre de acuerdo con metas y propósitos. No temen enfrentar los problemas que se les presentan. (3) Los ungidos son muy temerarios. No se dejan asustar por nada ni por nadie. Los retos en la vida los ven como oportunidades de avanzar. 
(4) Los ungidos son muy realizados. Se miran siempre en el espejo de Dios donde nunca se ven empañados, no en el espejo del mundo que siempre los muestra distorsionados. Aunque se les tenga en poco o no se les tome en serio, no se condenan al fracaso ni a la desilusión.
publicado por mbsama a las 08:33 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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