LEA: Romanos 8:26-29
A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito. —Romanos 8:29
Al entrar en la iglesia un domingo por la mañana, un niñito me miró y le preguntó a su madre: «Mami, ¿ese es Jesús?» Sobra decir que tuve curiosidad por escuchar la respuesta de la mujer. «No —dijo ella—. Ese es nuestro pastor».
Por supuesto que sabía que ella diría que no, pero aun así deseaba que ella hubiese añadido algo así como: «No, ese es nuestro pastor, pero nos recuerda mucho a Jesús».
Ser como Jesús es el propósito en la vida de aquellos de nosotros que estamos llamados a seguirle. De hecho, tal y como lo observa John Stott, es la meta que nos consume en el pasado, presente y futuro. Romanos 8:29 nos dice que, en el pasado, Dios nos «predestinó para que fu[ésemos] hechos conformes a la imagen de su Hijo». En el presente «somos transformados» al crecer «de gloria en gloria en la misma imagen» (la semejanza de Cristo) (2 Corintios 3:18). Y, en el futuro, «seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es» (1 Juan 3:2).
Ser como Jesús no consiste en guardar las reglas, ir a la iglesia y dar el diezmo, sino en conocer Su perdón y realizar actos de gracia y misericordia de manera constante. Consiste en vivir una vida que valora a todas las personas y en tener un corazón totalmente entregado a la voluntad de nuestro Padre.
Sé como Jesús. ¡Para eso fuiste salvado!
Vive de tal modo que los demás vean a Jesús en ti.