“Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de
David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo
David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiro con la honda, e hirió al
filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente; y cayó sobre su rostro en
tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató sin
tener David espada en su mano. Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y
tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron” (1 S. 17:48–51).
Introducción
El momento de acción para el ungido ha llegado. Ya se han terminado las palabras, el dime y te diré. Ambos líderes están listos para demostrar su superioridad: uno confiado en su espada, lanza y jabalina (17:45); el otro confiado en el nombre de su Dios (17:45).
La última palabra la tuvo el ungido. Aunque el filisteo inició la conversación con maldiciones (17:43–44); el ungido la terminó hablando con autoridad espiritual (17:45–47).
En 1 Samuel 17:48 leemos: “Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa y corrió a la línea de batalla contra el filisteo”.
El filisteo se quiso adelantar en la pelea, quería atacar primero. Pero el ungido no estaba dispuesto a ser atacado primero, sino que salió al ataque. Los ungidos no se cruzan de brazos esperando que los enemigos ataquen, se les enfrentan con valentía y determinación.
I. La iniciativa del ungido
“David se dio prisa” (17:48).
Si algo caracteriza a los ungidos es su sentido de urgencia. No posponen sus responsabilidades. Cuando se les delega alguna misión o tienen que realizar alguna tarea, sincronizan su tiempo.
En la vida hay muchas cosas que hay que realizarlas con “prisa”. El factor tiempo puede ser nuestro amo o puede ser nuestro siervo. Todo depende de nuestra actitud.
En Efesios 5:15–16 leemos: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.
En Colosenses 4:5 dice: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo”.
En ambos pasajes se nos enseña lo importante de la mayordomía que hagamos del tiempo. A todos Dios nos da la misma cantidad de tiempo, pero a unos le rinde más y a otros menos. Esto se debe al orden de las prioridades. El éxito en la vida es de los que saben priorizar sus asuntos. Le dan el tiempo a lo que le corresponde y no lo desperdician en cosas que no valen la pena.
Para el ungido David era importante, era prioridad, darse “prisa” y enfrentar al gigante. Era algo que en su corazón lo sentía así. Muchos esperaron cuarenta días y nada hicieron, pero el ungido en un solo día lo quiere hacer todo.
Los hombres y mujeres de Dios que han sido ungidos para hacer su voluntad se entusiasman por cumplir con el propósito de Dios en sus vidas. El salmista David en el Salmo 138:8 dijo: “Jehová cumplirá su propósito en mí”. Para cada ungido, Dios tiene un propósito, pero queda de nuestra parte si con nuestra contribución de tiempo y energías le permitimos a Dios hacernos instrumentos de su
voluntad. Usted y yo podemos llegar a ser la voluntad de Dios para que otros sean bendecidos, guiados, enseñados, evangelizados y discipulados.
“Dése prisa” en hacer la voluntad de Dios. Entienda que Dios lo quiere usar, pero no lo hace porque usted no se da prisa para que Él lo haga.
“Dése prisa” en manifestar el don que hay en usted. A cada creyente se le ha dado por lo menos un don. En 1 Corintios 12:7 leemos: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. Dios le da oportunidades para que ejercite y manifieste el don que hay en usted. Pero apúrese en hacerlo. Basta ya de estar orando para que el Señor lo use, déjese usar por el Espíritu Santo.
“Dése prisa” en hacer las cosas. Deje de estar posponiendo las cosas para después. Con eso la retrasa, se retrasa usted y retrasa a otros. Siempre pregúntese: ¿Lo que voy a hacer es importante para mí, para mi prójimo y para Dios?
“Dése prisa” en tomar iniciativa. Hombres y mujeres con iniciativa son los promovidos en el mundo secular y en el reino de Dios. Los que son lentos en hacer lo que Dios ordena y perezosos en representar los negocios de Él, difícilmente llegarán a ser para nuestro Señor Jesucristo lo que Él desea que sean.
II. La meta del ungido
“y corrió a la línea de batalla contra el filisteo” (17:48).
El ungido es alguien que se mueve con metas en la vida. Las metas a corto plazo llevan a las de largo plazo, y estas últimas llevan al éxito. ¿Quiere tener éxito en su vida? Póngase metas. Propóngase alcanzar y realizar algo. Despierte al camino del éxito y de la felicidad.
Deje ya de vivir condicionado por “no puedo” y “no tengo”. Hable el lenguaje del ungido: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Empiece a confesar las promesas de Dios para su vida.
Niéguese a ser esclavo de las derrotas y a estar preso en la cárcel de las dudas. Ha sido destinado por Dios para llevar una vida victoriosa y llena de fe.
La meta del ungido era llegar a la línea de batalla y no dejar que el filisteo se le adelantara. Si no se mueve en esta vida otros llegarán antes que usted a la línea de batalla. El primero que llegue tiene más oportunidades de triunfar.
Humana y sociológicamente, David era de la minoría y el gigante de la mayoría. Pero el ungido se negó a dejarse condicionar por su condición de minoría. Por encima de sus desventajas sociales, veía sus ventajas espirituales. En su espíritu era libre para realizarse. Sabía quién era en Dios. Sabía que Dios y él cambiarían las cosas. Hágase socio con Dios en la realización de su voluntad .
Pablo el apóstol, un hombre de fe, pensador positivo, tenaz y de actitud optimista declaró: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:12–14).
Muchos no se superan en la vida porque viven encerrados en su cuarto de un pasado fracasado. No miran al futuro, se mueven siempre mirando al pasado. Entran al futuro vestidos con los harapos de su pasado.
Tenemos que olvidar el pasado lleno de sinsabores, derrotas, heridas, malentendidos, traiciones, hipocresía, rechazo, y con esfuerzo y determinación movernos a la conquista del futuro.
Si Cristo lo asió, también puede asir todo lo que Él tiene para usted. El éxito, la victoria, el triunfo, la promoción, la graduación, la vida de plenitud es de usted. No es un gusano del infortunio, es un proyecto de Dios. Con el favor de Él, usted es una mariposa en su jardín de flores olorosas.
Mírese como Dios lo ve y no como los demás lo describen o lo han definido. Su opinión acerca de sí mismo se modificará por la manera cómo se alimente de la Palabra.
“Corra a la línea de batalla” y enfrente ese Goliat que le está haciendo daño a su matrimonio. No le huya a los problemas, confróntelos. Mire a ver qué es lo que ha estado afectando la intimidad en su relación conyugal. ¿Por qué están enojados el uno contra el otro? ¿Qué cambios los están perjudicando? ¿Por qué ya no hay diálogo amoroso? No deje que Goliat destruya su matrimonio, destrúyalo a él con el poder de Dios en su vida.
“Corra a la línea de batalla” y enfrente ese Goliat que está afectando sus relaciones familiares.
¿Por qué hay tanto enojo entre los padres y los hijos? ¿Cuándo se sentaron por última vez para tener una conversación amistosa? Hijos, ¿por qué se rebelan contra sus padres? ¿Por qué detesta a su hermano?
“Corra a la línea de batalla” y enfrente a ese Goliat que lo está afectando. ¿Por qué se enoja tanto?
¿Por qué no saca esa raíz de amargura que lo está asfixiando por dentro? ¿Por qué deja que su temperamento lo controle en vez de usted controlarlo a él?
Deje ya de correr de la línea de batalla, es tiempo de que corra a la línea de batalla. Los cobardes huyen de los problemas, los valientes los confrontan. No huya de su matrimonio, no huya de su trabajo, no huya de su familia, no huya de su ministerio, no huya de sus responsabilidades.
“Corra a la línea de batalla” y enfrente las cosas con fe. La fe quita el temor y lo hace actuar con valentía.
“Corra a la línea de batalla” y resuelva los problemas con oración. Con la oración puede mover la mano de Dios y puede actualizar su voluntad a favor de usted.
“Corra a la línea de batalla” y deje atrás sus temores con la alabanza. En medio de todo, alabe a Dios. Cuando las cosas le salgan mal alabe a Dios. Cuando no encuentre la salida a sus temores, alabe a Dios. Alábelo por la mañana, al mediodía, en la tarde, en la noche, alábelo todo el tiempo.
III. La terminación del ungido
“e hirió al filisteo en la frente… y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza” (17:49, 51).
El ungido termina lo que comienza. Esta es una de las cualidades de los que han sido ungidos para una misión especial de Dios. Al final confirman con sus acciones lo que dijeron con sus palabras.
David no era un volcán emocional, era una montaña. Al enfrentar a Goliat no se movió por emoción, lo hizo por unción. La visión para materializarse debe ser promovida y movida por la unción.
Los no ungidos hablan mucho, pero al momento de actuar hace poco o nada. Hablan muy bien de la visión, pero no la actualizan.
Por un momento visualicemos lo que hizo el ungido. David comienza a caminar apresuradamente, va ligero, en su mente está avanzar. De momento se echa a correr hasta llegar a la línea de combate.
Allí mete su mano en la bolsa y extrae una de las cinco piedras lisas que tomó del arroyo. La pone en su honda, la hace girar, suelta una tira de cuero y la otra permanece atada a su muñeca derecha.
La piedra surca el aire con la fuerza de una bala. La misma unción de Dios la dirige. Hasta que llega y se incrusta en el único lugar que el filisteo tenía desprovisto de protección: una pequeña apertura en su casco de guerra que dejó al desnudo su frente.
Es tal el impacto de la piedra que el gigante cae. Dios lo hace humillarse y comer del polvo de la tierra. El momento está lleno de emoción, pero el ungido controla sus emociones. Sabe que tiene que terminar lo que comenzó. La emoción del momento no lo debe sacar de su unción. El diablo sabe entretener a los ungidos y mediante la emoción alejarlos de la unción.
Una vez más el ungido se echa a correr. La unción todavía lo mantiene activo. Llega al filisteo, le saca la espada (17:51) y le corta con ella la cabeza.
En todo este proceso se cumple la confesión de fe del ungido: “Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza” (17:46). El resto de la historia nos presenta a los filisteos que huyen y son atacados por los soldados israelitas (17:51–52), y su campamento saqueado (17:53).
Conclusión
(1) Cuando Dios requiere del ungido que haga algo, este lo hace con prisa para Él. (2) Los ungidos buscan siempre la delantera para hacer la voluntad de Dios.
(3) Los ungidos no dejan que las emociones los confundan en la manifestación de la unción. Son iniciadores y terminadores en el propósito de Dios.